Lliteratura

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Les hestories pequeñes son les úniques que pues lleer milenta vegaes...

martes, mayo 10

Tan poco tiempo

Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.
-¡Esperad, aún no ha terminado la clase!- Me pone enfermo que me hagan poner todo mi material de nuevo encima de la mesa después de haberlo recogido. A mis dieciséis años soy lo suficientemente responsable como para saber que sí, que está mal pero, por seis minutos no se ha de ser tan estricto. Qué hablo de seis minutos, no me dio tiempo siquiera a acabar de procesar esto en mi mente pues el timbre me interrumpió. Para todo falta tiempo, para pensar, para dar clase, hasta para bajar al segundo piso por las putas escaleras, es imposible bajar, subir o escupir en ellas por que la gente se amontona de tal manera que tienes mucha suerte si consigues dar tres pasos seguidos. Paredes azules con manchas por culpa del paso de los años, un montón de cabezas y golpes frenéticos de mochilas.


Algún idiota no miraba por dónde iba y me golpeó en plena cara, lo peor es que estaba recién operado de un ojo y seguramente eso no ayudase a aminorar el dolor. Veía por un ojo, el otro estaba medio cerrado por el golpe y seguidamente se me pondría morado. Pero vi algo que verdaderamente me alegro el día, era un cartel que establecía las bases para un concurso de historias que organizaba el Departamento de Lengua de mi instituto. Tuve que memorizarlas por encima porque si prestaba demasiada atención perdería el autobús, pero fue fácil recordarlas, eran sencillas, el problema sería que quedaba poco tiempo para terminar el plazo de presentación. Sólo cuatro días.

Llegué a casa y me tumbé en el sofá, puede parecer raro, puedes pensar que yo soy raro pero, sinceramente no me puedo inventar historias decentes pegado al teclado o al papel, yo necesito relajarme y pensar en cosas que me han pasado para, poco a poco ir adornándolas de tal forma que lleguen a construir algo que pasar a papel, a veces hasta tengo que esperar a estar en la cama muerto de sueño y venga, me golpean las ideas la cabeza. Es en serio, vale, admito que mis maneras son un tanto especiales. Pero por ahora me gusta.

Seguía tumbado, viendo la tele y hubiera podido escribir un libro si cada idea estúpida que tuve hubiese sido buena. No había nada que perder, así que por cambiar me levanté y me fui a un pequeño descampado que hay en mi barrio, en Llaranes, con alguna esperanza de que sentado en el prado me viniese algo a la cabeza que no fueran prisas ni presiones, ni la maldita idea de que se me iba a acabar el plazo antes de empezar a escribir algo. Pensé en improvisar, algunos dicen que en un concurso debes dar lo mejor de ti pero yo creo que cuando no hay opción una improvisación nunca viene mal. Se me ocurrió escribir una historia de amor, nunca se me han dado bien, de hecho no me gustan las historias de amor, son odiosas. Pero también es cierto que me gustan los retos y me parecía una buena idea, podía aprovechar la realidad y contar, cómo conocí a mi novia, cómo una red social me unió a ella y de qué manera acabé saliendo con la que seguía siendo mi chica. Pero como me suele pasar, empecé a escribirla, y de verdad que estaba convencido de que iba a ser una historia completa, pues por confiarme demasiado, o quizás no por confiarme, pero simplemente de un momento para otro me asqueó la idea de escribir esa historia deprisa y en un espacio tan limitado como el que se redactaba en las bases del concurso. No me arrepentí de tomar esa decisión y dejar la historia para más adelante, hasta pensé en escribirla con todo lujo de detalles y regalársela a mi novia por nuestro aniversario, bien encuadernado y con una dedicatoria. En realidad estoy hecho un romántico.

Los días seguían pasando. Ya sólo quedaban dos para terminar el plazo de presentación de las historias, qué elegante suena <>, con lo fácil que sería decir simplemente que se acaba el plazo ese día, pero bueno, a la gente le gusta mucho aparentar que son importantes. Tampoco me estoy refiriendo a los profesores, sólo son cosas que me vienen a la cabeza por momentos, puede que hasta de una tontería como esa se me ocurriese una historia y, a falta de ideas tendría que sacarlas de donde fuese.
Apenas me concentraba en las clases, no paraba de pensar en qué podría escribir que fuese original, no muy complicado, las historias enrevesadas llenas de líos, confusiones y demás tenía que pensarlas mucho. Mucho. A veces necesitaba más de un mes para escribir dos párrafos porque hasta yo me perdía en mis propias historias, que pena me daban a veces los protagonistas de mis historias, de verdad.

Yo también estaba perdido, pero perdido de una forma penosa, sólo quedaba un día para presentar algo al concurso y mi mente, al igual que mi hoja estaba en blanco. Ya no me daba tiempo a pensar en una historia, pero a veces las ideas vienen a la cabeza muy deprisa, y ésta fue tan deprisa que me pareció un golpe. Decidido, me lancé a la aventura y sin pensarlo me puse a escribir, escribí algo que me pareció bueno pero a la vez era muy sencillo. Escribí, y llené las páginas de mi propia experiencia, escribí cómo vi aquel cartel, cómo lo pasé de mal para que se me ocurriera algo, cómo los nervios casi acaban conmigo, hasta escribí cómo se me ocurrió un regalo genial para mi novia.






                                                   

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