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Les hestories pequeñes son les úniques que pues lleer milenta vegaes...

lunes, mayo 16

"El amor florece en Otoño" Parte I

Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.


“Echarse a dormir temprano una noche pensando que así tendrás menos sueño al día siguiente cuando suene el despertador, es el mito más falso de la sociedad.” A esto también se le puede llamar filosofía, en realidad cada persona tiene una filosofía propia y esta es en concreto la que Dayna lleva por bandera día a día, Dayna es una persona muy peculiar, se puede decir que hasta su personalidad es extraña. Dayna, simplemente catorce años le bastan para tener organizada su vida al minuto, lo que hizo, lo que hace y lo que hará. Es una chica muy calculadora, incluso a veces demasiado, pero a veces las experiencias le hacen cambiar increíblemente.




“Nunca pensé que llegaría, nunca creí en ese momento…” Así dice la melodía que despierta a Dayna todas las mañanas a las siete y media, y hoy no es un día especial. Dayna se levanta, se viste para ir a desayunar rápidamente y poder recoger sus libros para ir a clase. Como suele pasar es la primera en llegar a la parada de su autobús escolar, y tiene que aguantar el frío de por la mañana hasta que llegue alguno de sus compañeros.


Llega el autobús que la lleva hasta su instituto, en el que cursa tercero de la E.S.O y en el que pasa seis horas diarias de las que la mejor parte son los descansos en el patio con sus amigas. Esa clase de amigas que se enteran de todo antes de que pase, en parte es una ventaja, es divertido ver que sus rumores son ciertos o reírse entre todos si son completamente diferentes a la realidad.


Suena la campana que anuncia el final del día, Dayna se despide de sus amigas de clase porque hoy no vuelve a la casa en autobús, viene a buscarla su madre que acaba de llegar de hacer recados y tiene el coche disponible, Dayna le cuenta a su madre que ha tenido un pequeño bajón en el examen de matemáticas de hoy, es una excusa algo mal pensada pues siempre tiene bajones en los exámenes de matemáticas. A Dayna le gustan más otra clase de asignaturas, sobre todo si se alejan del campo de los números.


El día pasa rápido para Dayna, no parece que haya pasado más de media hora desde que salió de clase y el crepúsculo ya gobierna el cielo, Dayna está en su habitación navegando con su portátil tumbada en la cama, rodeada de su gran colección de peluches que la rodean con la mirada, entre los que está su favorito, un oso blanco que sujeta un corazón entre sus brazos en el que pone “Te quiero”. Es un peluche conseguido en una caseta de feria, que sería algo bonito en el caso de que se lo hubiese regalado alguien que no fuese su padre.


Todo ocurre en el peor momento, siempre que va a pasar algo agradable algo te impide alcanzarlo, siempre. De la parte superior del ordenador portátil de Dayna ya ha empezado a iluminarse repetitivamente una luz roja. Hasta una simple máquina utiliza las indirectas para pedirte que lo dejes en paz, y ha de ser justamente, en el tiempo preciso, ipso facto o como prefiera llamarse, en el momento que el perfil de la red social de Dayna está dedicado a una petición virtual de amistad, que no podrá ser descubierta hasta el día siguiente. Sólo un minuto hubiera bastado. Pero el destino así es, qué palabra: destino, ahora todo se dice de un destino, todas las personas lo han usado alguna vez, aunque en realidad casi siempre sea para echarle la culpa de algo, si algo sale mal siempre es culpa del destino, está bien, es una forma como otra cualquiera de disfrazar la cobardía de las personas, si no tenemos el valor de afrontar que algo ha ocurrido por nuestra culpa o por la de otros decimos que ha sido el destino.


La cabeza de Dayna reposa encima de la almohada, sabiendo que debe irse a dormir pues ya es tarde, pero qué le importa a Dayna, si pase lo que pase mañana sería un día como otro cualquiera.


El momento que cualquiera llamaría nuevo día es el que Dayna llama simplemente nueva mañana, tiene el desayuno encima de la mesa, para desayunar sola mientras su madre ya se ha ido a la oficina, la mejor manera de empezar el día es sola. Sí señor.


Ya está cansada, cansada de estar todas las mañanas sola, cansada de pasar frío esperando el autobús. No se piensa ni un instante las consecuencias que acarrea faltar a clase, pero qué se puede perder. Sólo se puede ganar, ganar tiempo. Encima de su cama está el ordenador portátil que ayer había dejado intrigada a Dayna, enciende el ordenador y abre su perfil en la red. Ahí sigue aquella alerta en color verde. Rodeada de una cantidad de compañeros, saltándose las normas de clase y entrando en internet, podrán acusarla de no ir a clase, pero Dayna tiene la mente muy fría, a veces hasta demasiado.


Qué fácil es hacer click, qué cerca está el conocer quién se interesa por ti y por conocerte, a una distancia de quince centímetros, entre la mirada de Dayna y la pantalla del ordenador, puede que no parezca gran cosa, y en realidad no es gran cosa, quién tiene menos de cien personas en las redes sociales, personas, que no amigos.


Es un chico, no se le ve claramente, pero parece algo mayor, o es tan solo la poca claridad de la fotografía. Qué podemos perder, tanta ilusión la noche anterior por descubrir su identidad no se iba a tirar por la borda. Petición aceptada, ya está, tan sencillo como eso. Y nada ha cambiado, Dayna sigue quebrantando las nomas del instituto, sigue ahí sentada con un ordenador, igual que desde que decidió quedarse en casa, lo único que ha cambiado ha sido el aumento del número de personas en el perfil de Dayna, con una persona que ni siquiera conoce, puede ser malo o no, dependiendo del punto de vista de cada persona. Pero mejor ver siempre las cosas desde el peor punto de vista, así, nunca tienes nada que perder.


Cómo es la vida, o el destino, que las casualidades pueden ser la mejor parte del día, hay alguien más que piensa como Dayna, y prefiere saltarse las clases. El chico que hasta hace poco no tenía identidad estaba al otro lado de una pantalla. En su foto se veían unos preciosos ojos azules, bajo un brillante pelo negro. Su nombre: Francisco, Fran.


La iniciativa es el mejor de los impulsos existentes y, siguiendo esta, Dayna decide dar pie en una conversación a Fran. Parece agradable, de hecho es agradable. Fran reside a treinta kilómetros de la villa de Avilés, en Lugones.


Dayna no puede evitar pensar que a pesar de la poca conversación que tenido con Fran ha habido una conexión entre ambos, nunca ha sentido algo parecido a esto, le asusta, le enfada, pero también le ilusiona.


Con Fran las horas pasan volando y las sonrisas en el rostro de Dayna son continuas, por otra parte es algo peligroso entablar relación con alguien desconocido a quién nunca has visto o que nunca llegarás a ver. Por lo menos eso se dice.


Desde ese mismo día, la única preocupación de Dayna es llegar temprano de clase y comer deprisa para poder pasar más tiempo hablando con Fran. Se ha creado ente ambos una amistad. No ha pasado una semana desde aquel primer día y parecen conocerse desde hace años. Ríen, bromean, discuten, hasta se prestan consejos y experiencias. Él estudia primero de Bachillerato en el instituto Astures de Lugones, le encanta el fútbol al igual que a Dayna y las películas de terror le vuelven loco.


Poco a poco Dayna se da cuenta, y seguramente Fran también, de que a amos les gustan las mismas cosas. Hasta tal punto que si no se llega a dar la coincidencia de que los dos son aficionados al mismo equipo de fútbol nunca se hubieran conocido. Nunca habría visto Fran una fotografía en internet de los jugadores en línea de su equipo preferido, y nunca habría visto al pie de la fotografía una opinión escrita firmada con el nombre de Dayna. Lo que quiere decir que nunca, nunca habría decidido pedirle por medio de esa red social el ser su amiga.


Estas casualidades son las que nos pueden cambiar la vida cuando menos nos lo esperamos, ésta es la definición perfecta de cambio. Y un cambio puede ser bueno o malo, todos lo sabemos y siempre deseamos que todos los cambios de nuestra vida sean bueno, pero siendo realistas sabemos que la vida da sorpresas buena y sorpresas malas. Y lo que nuevamente algunas personas llamarían destino ha decidido que ésta fuese una buena sorpresa, un buen cambio. Pasan los días, las semanas. Estamos a día ocho de Octubre en el año 2010 y ambos comienzan a tener por rutina diaria el no para de hablar a través de internet, parecen amigos de toda la vida, de hecho si se hubiesen conocido hace años seguramente serían inseparables. Lo que empezó hace unos días siendo unas mínimas conversaciones a través de simples mensajes avanzaron hasta convertirse en conversaciones a través de una cámara web, pudiendo verse el uno al otro.


Y la atracción de Dayna por Fran pasa de ser solo por su personalidad. Dayna empieza a fijarse en todo, en su cara, en su sonrisa y en su mirada, evocada por unos perfectos ojos azules. De los pocos días que lleva viéndole por la pantalla del ordenador nunca se había fijado tanto en esos ojitos. Dayna no para de decirle que es un chico guapísimo y que sus ojos son algo especial. Él se empeña en negarlo y devolverle los cumplidos. Esto se asemeja a una lucha en la que cada uno de ellos se turnan para piropearse y negarse los cumplidos recibidos a la par.


No se puede saber con seguridad si esto se está haciendo amistad pues ni si quiera se conocen en persona, los dos quieren saber cómo es el otro en persona, pero falta coraje, falta la valentía. Pero al igual que el resto de experiencias en la vida si no te arriesgas no ganas.


Con el corazón en la garganta, el pulso tembloroso y sudores fríos en las manos, Dayna se arma de valor y teclea, pausadamente, revisando letra a letra lo que escribe:


-Estaría genial que nos viésemos un día. Ya sabes, quedar e ir por ahí.


Dayna no puede ver a Fran es ese momento, pero es fácil suponer la sonrisa que ha esbozado debido a la felicidad y al sentimiento de alivio. Él también deseaba poder conocer a Dayna, pero a veces el valor nos falta.


-Pues la verdad es que sí, si no tienes nada que hacer podríamos ir al cine este sábado.

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