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miércoles, mayo 18

"El amor florece en Otoño" Parte III

Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.

Tiene a Fran en la cabeza, que reposa ahora sobre el amasijo de flores coloridas de la funda de su almohada, tumbada sobre su edredón, con la ilusión de cerrar los ojos y el deseo de poder alcanzar un mar de sueños. La noche pasa para todos igual, de un momento a otro se cierran los párpados de nuestros ojos y no vemos más que oscuridad. Nos vemos inmersos en nuestros sueños, en los que podemos hacer cosas que creemos imposibles o que en realidad lo son. Pero todo esto parece que transcurre en menos de un segundo, al dormirnos parece que acto seguido nuestros ojos se abren de nuevo y traen de la mano la mañana del nuevo día.



Todos los músculos del cuerpo de Dayna se relajan al rozar las sábanas de su cama, sus manos, sus piernas, su espalda, sus labios y sus mejillas abandonan el movimiento. Dayna consigue conciliar el sueño, se duerme con una pequeña sonrisa. Es hora de que sea libre para soñar.


El tiempo y la noche pasan dentro de su cuarto. Su madre está en la otra habitación de la casa acostada desde hace poco, a pesar de que el sol está a punto de salir. La cama de Dayna está envuelta, junto con el resto de su cuarto, en una manta negra de oscuridad. Las ventanas están cerradas y las persianas a medio bajar, pues a Dayna no le gusta dormir con una completa oscuridad, según ella es agradable despertarse poco a poco al entrar la luz del amanecer por sí misma en la habitación.


Todo está tan silencioso que el tic tac del reloj de mesa parece ser el director de un concierto, puede que hasta se oiga un eco por las escaleras de la casa. La pequeña gatita de Dayna está descansando encima del sofá del salón, enrollada con el rabo alrededor y las orejas caídas, aumentando el tamaño de su cuerpo cada vez que inspira y relajándolo cada vez que expulsa aire, aire que hace que sus bigotes bailen al ritmo de su respiración.


La noche está terminando para dar lugar al día, el sol sale poco a poco y podríamos decir, si esto no fuese una ciudad, que el canto de los pájaros se hace fuerte acompañando el nacimiento del sol.


Suena la melodía desde el teléfono móvil de Dayna que actúa de despertador, la luz entra ya por la pequeña apertura de la ventana. Dayna nota la claridad a través de sus párpados y se siente molesta, se frota los ojos con sus manos y se gira para lograr alcanzar su teléfono y pausar la melodía. Se da la vuelta entre las sábanas para que su cuerpo se acostumbre y empiece a familiarizarse con el movimiento, le queda un largo día por delante. Se sienta al borde de su cama, sabiendo perfectamente cuál va a ser la mejor experiencia de toda la jornada. Dayna juega con su pelo y sus manos mientras sonríe, una vez en pie se estira de tal modo que parece avisar a su cuerpo de que hoy será un día muy largo. Es sábado, son las once y media de la mañana. Dayna se coloca bien el pantalón del pijama, baja escaleras abajo y una vez en la cocina abre el armario, saca su taza, el cola-cao, la leche y los cereales. Se prepara el desayuno y se oye una voz que viene desde el salón dando los buenos días, es su madre que está levantada seguro desde hace rato.


Cuando Dayna termina de desayunar su madre la llama desde el salón, ella va, se sienta a su lado. Su madre le pide algún detalle más de sus planes para hoy, parece ser que las explicaciones de Dayna no habían sido suficientes. Su madre se ofrece para llevarla en coche, dice que no hay problema alguno, que el centro comercial queda lejos de la estación de tren más cercana a Oviedo. Antes deben ir a hacer unas compras al centro de Avilés, pero a las cinco saldrán en el coche de su madre dirección a Parque Principado.


Dayna sube de nuevo a su habitación, esta vez para prepararse y poder ir a los recados con su madre, cuanto antes terminen antes podrán salir para la tarde de cine.


Ambas una vez en patio suben al coche para ir al supermercado, la madre de Dayna arranca el motor.


-Mamá, ¿Podríamos intentar no tardar mucho? Es que todavía no sabemos ni qué película iremos a ver. Y tengo que ducharme y cambiarme todavía.- Dayna no suele tardar mucho en arreglarse pero la ocasión es algo especial y aún quedan planes por hacer.


- No te preocupes, no tardaremos mucho. Sólo hay que comprar un par de cosas y luego ya tienes todo el tiempo que quieras, eso sí, cuando hayas terminado avísame rápido para salir de casa. A ver si para las cinco y cuarto estás allí.- La madre de Dayna odia pasar mucho tiempo de compras, también ella desea que esto dure poco.


-Oye mamá. Por cierto. Cuando lleguemos allí, ¿Irás a dar una vuelta?- Dayna piensa en si esta es la mejor forma de decirlo, pero, como suele pasar fuese o no lo fuese ya es tarde.


Su madre, captando el doble sentido de la pregunta le respondió:


-No te preocupes, he quedado con mi amiga Tiffany. Iremos a dar una vuelta por la ciudad, cuando salgáis del cine o ya os apetezca marchar me llamas al móvil.


Dayna entre risas miraba por la ventanilla y veía pasar los árboles, las farolas y las personas.


En el supermercado hay menos gente de la que se esperaban y la cola avanza muy rápido, en menos de diez minutos después de haber entrado ya se encuentran a la cajera en frente, ambas cargan una bolsa y suben de nuevo al coche. Dayna una vez arrancado el coche abre la bolsa de la compra, rasga el envoltorio de una tableta de chocolate y se lleva a la boca un par de onzas, cierra los ojos para disfrutarlo más y lo deshace en la boca muy despacio para que le durase el mayor tiempo posible.


Dayna sale y cierra la puerta del coche una vez aparcado en el patio, espera a que su madre abra la puerta y se va al cuarto de baño para empezar a preparar, pero con los nervios y las prisas se olvida de coger la ropa para tenerla a mano. Sube corriendo las escaleras tropezándose con cada escalón, está muy agitada y quiere hacerlo todo deprisa para tardar lo menos posible.


Dayna abre la puerta se armario para escoger qué ropa ponerse, tiene una blusa azul con un cinturón marrón que le encanta, pero no le gusta ninguno de los pantalones para combinar. Revuelve entre el amasijo de camisetas, pasándolas de una en una, de dos en dos y hasta de tres en tres, volviendo a la primera cuando acaba de ojearlas todas. Escoge una sencilla camiseta de color lila con el dibujo de una flor negra rodeada de una frase en inglés “For true love you need months of luck”, seguidamente coge unos vaqueros de color azul claro y unas sandalias negras.


Dayna se fija en que su cama aún está desecha y las mantas están unas encima de otras, retorcidas, tiradas. Pero no hay suficiente tiempo como para perderlo.

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