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miércoles, enero 4

"Mirada de serpiente" Parte II

Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.



Hola de nuevo. Por fin, tras un tiempo, vuelvo a subir algo al blog (que ya lo tenía abandonado).
Hoy subo la segunda parte de la historia "Mirada de serpiente" que, además, coincide con el inicio del segundo capítulo. Espero que os guste, ¡Un beso a tod@s!




Capítulo 2




Habíamos estado hace algún tiempo, la última vez que vinimos a la montaña en concreto, sentados en la terraza de una sidrería comiendo algo para lograr reponer las fuerzas que la montaña nos había ido arrebatando con el paso de los días que en ella habíamos pasado, a nuestro lado había otra pareja joven, ambos estaban sentados, dejando apartadas unas mochilas bien cargadas y con aspecto envejecido, del lateral de una de las mochilas sobresalía una bolsa de clavijas y ganchos necesarios para armar una tienda en alta montaña. La chica, de estatura media, tez bastante blanca y pelo ondulado de color marrón, sostenía entre sus pequeñas manos un libro cuyas pastas estaban bastante deformadas por la vejez, en el interior del libro, abriendo dos páginas a la par, mostraba un mapa de todos los macizos que componen los Picos de Europa.


Un mapa que llamó mi atención de una manera increíble, aquel libro me parecía familiar. Moví mi silla hacia un lado y estiré discretamente el cuello para lograr una mejor perspectiva del mapa pero, mi curiosidad hizo que perdiese la discreción con la que, en un principio, me propuse actuar. El chico que estaba junto a la joven me descubrió dirigiéndoles la mirada, en un primer momento este mostró una expresión de desagrado y de enfado, como quien pilla a un ladrón robando en una tienda. Pero debido a su rápido cambio de expresión me percaté de que se había dado cuenta de que no tenía ninguna intención más lejana que la provocada por la  curiosidad.


La reacción del joven fue de mi mayor agrado, acarició el brazo de su pareja y le susurró algo que no pude oír, esta se giró hacia nosotros y sonrió a Adela como señal de amistad. El joven nos propuso que juntásemos ambas mesas si lo deseábamos y así preguntarles lo que quisiéramos. Me pareció una acertada propuesta.


Adelaida y yo cogimos cada uno la silla en la que estábamos sentados para colocarlas. Debí hacer malos cálculos durante el desplazamiento, una de las patas traseras de la silla se enganchó entre las hojas y ramas de una enredadera que crecía desde el suelo y llegaba hasta el umbral de una de las ventanas del bar. El accidente provocó que se arrancasen dos hojas verdes unidas entre sí, las recogí de la pata de la silla y las guardé en el bolso de mi pantalón.



-Vaya, vuestras mochilas parecen pesar. Estoy segura de que sois dos montañeros, ¿No?- La joven rió suavemente, tenía los ojos de un color verde precioso.- Perdón, qué maleducada soy que no me he presentado, me llamo Adriana. Encantada de conoceros.



-Y yo me llamo Derek.-Dijo su acompañante, aún sujetando el mapa que inició el encuentro.



Él parecía bastante alto, no lo pude apreciar bien ya que estaba sentado. Tenía los ojos azules y el pelo rubio, tenía el aspecto de cualquier joven procedente de algún país del norte. Además su nombre Derek me recordaba al protagonista de una novela que tenía lugar en Alemania. La curiosidad mató al gato, por suerte yo soy una persona.



-Derek, encantado. ¿De qué país eres?- Adelaida me dio un fuerte codazo y frunció el ceño. -¡Marcos! Deberías saber ya que a veces eres demasiado brusco con las preguntas, a veces hay que aprender a callar.-Al principio pensé que estaba enojada, pero a medida que fue terminando lo dicho se le escapó una sonrisa. Una sonrisa de las que hicieron que me enamorase de ella.


Derek y Adriana rieron cómodamente ante el espectáculo que protagonizamos Adelaida y yo. Derek sonrió, nos miró a ambos durante un instante, luego dirigió hacia mí su mirada para contestar a la pregunta que había hecho.



-Aunque parezca mentira soy asturiano, nací en Cangas de Narcea. Al igual que mis padres.



-Bueno, pero tus abuelos eran alemanes Derek…- Adriana le miró y apoyó su mano sobre la de él. Derek dejó que su rostro mostrase una mueca de incomodidad frente a la aclaración de Adriana.


 Se hizo un silencio bastante molesto durante un par de minutos, todos estábamos cabizbajos y nos dirigíamos alguna que otra mirada bastante tímida, Adelaida y yo estábamos desubicados, pero Adriana y Derek sabían perfectamente el porqué de esa incomodidad.