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Les hestories pequeñes son les úniques que pues lleer milenta vegaes...

jueves, mayo 19

"El amor florece en Otoño" Parte IV

Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.

Deja la ropa en el suelo un instante, coge en sus brazos el montón de mantas y de un tirón las estira sobre la cama. Da el pego, entonces está bien.



Vuelve al baño, esta vez con la ropa, la apoya sobre una mesita de baño y rápidamente entra a la ducha.


El agua resbala por todo su cuerpo mezclada con el jabón y empujada por la esponja de baño, se cubre el cabello con una mascarilla reafirmante e iluminadora. ¿Quién sabe si estos productos funcionan de verdad? Nadie, nadie lo puede saber. Hay gente que está totalmente en contra y que, según ellos, no es más que un timo. Dayna está en ese reducido grupo de personas pero hoy le da igual, no hay nada que perder por probarlo.


Abre la mampara de la bañera y apoya sus pies sobre una toalla seca, el agua le gotea provocándole un suave cosquilleo por sus piernas, desde su inicio como gota de agua hasta su desaparición al contacto con la toalla sobre el suelo. Se seca todo el cuerpo dejándolo ligeramente húmedo para poder aplicarse una pequeña cantidad de aceite corporal que le dejará la piel increíblemente tersa.


Dayna selecciona la ropa que ha apoyado en el piso del cuarto de baño, está toda desordenada y tiene que buscar qué ponerse primero y qué le sigue. Se mira al espejo y da como tres vueltas delante de él para ver si le acaba de convencer su vestimenta, en este momento sería ideal tener un espejo como el de la bruja de Blancanieves. Aunque no siempre te dijese lo que deseas oír, como que eres la más guapa de la ciudad, pero posees una opinión totalmente sincera sobre tu aspecto. Para bien o para mal.


Se seca las puntas del pelo frotándolas con la toalla, se peina y golpea el pelo con las manos para quitar el exceso de agua, para Dayna el secador es algo que no existe, piensa que lo mejor es que el pelo seque a su tiempo, sin prisa. Puede que tenga razón, puede que no. Pero ella simplemente no lo utiliza.


Está vestida y peinada no precisamente para la ocasión, Dayna no es una chica complicada, va vestida y peinada como cualquier día, pero es inevitable que hoy puede que haya dado un poco más de importancia a su aspecto físico.


Su madre da un par de golpes a la puerta del baño para que Dayna se dé prisa, en media hora han quedado a la puerta del cine y aún hay que hacer el viaje en coche.


Suena un doble pitido, las luces del coche se encienden y se vuelven a apagar. Dayna abre la puerta de atrás y se sienta, apoya la cabeza en el asiento y mira la hora desde su móvil, son las cinco en punto. Queda mucho viaje.


El paisaje va pasando por la ventanilla inapreciable por la velocidad. Los árboles de los parques, los edificios, las farolas… Pero los edificios quedan en su totalidad muy atrás y un cartel anuncia el inicio de la autovía. Es larga, la carretera parece que termina en el horizonte, pero nunca acaba. Se ven los paisajes verdes por todas las ventanillas del coche. A medida que van avanzando se puede ver en lo alto de un monte el Toro de Osborne, uno de todos los que están repartidos por el mapa de España. Eso indica que ya no están muy lejos de llegar a su destino.


Lo que antes era un paisaje verde empieza ya a estar formado por naves industriales y, a lo lejos se ve un gran centro comercial. Dayna esboza una gran sonrisa, están llegando. Son las cinco y veinte minutos.


Una rotonda señaliza la entrada al aparcamiento de Parque Principado. Hay un montón de vehículos aparcados, pero entre una furgoneta blanca y un deportivo de color beige hay lugar sin ocupar.


El camino desde el aparcamiento hasta la entrada principal del centro comercial es un camino de baldosas, qué bien estaría decir que era un Camino de baldosas amarillas, pero no es el caso, aquí las baldosas son grises, cuadrados perfectos. El camino tiene unos pequeños arcos por encima, como si fuese un túnel, enroscadas a los arcos un montón de hojas y flores adornan el camino.


La puerta automática de la entrada se abre a escasos centímetros de Dayna, cuando su madre le apoya una mano sobre su hombro y le dice:


-Mira, Dayna. Por ahí viene Tiffany, luego iré a dar una vuelta con ella.


Y efectivamente, por ahí llegaba la amiga de su madre. A Dayna no le hacía especial ilusión que se quedasen con ella hasta que llegase Fran, pero qué menos, después de todo no hubiesen podido quedar de no ser porque su madre aceptó traerla en coche. Son las cinco y media, ni un minuto más ni un minuto menos.


Dayna está apoyada sobre una columna, mirando hacia todos los lados sin ver aparecer a nadie, ¿Qué ha podido fallar? Son las cinco y media, está delante de la entrada de ordenadores. La puerta automática no para de abrir y cerrarse.


Dayna no para de mirar el reloj cada treinta segundos y de mirar hacia todas partes, por si acaso ve acercarse una figura humana que le recuerde a Fran. Pero no hay suerte.


La madre de Dayna mira a través de la puerta automática y de seguido le da un par de golpecitos a su hija en la espalda diciendo:


-Dayna, ¿Y ese chico de chaqueta azul que está ahí dentro? Ésta es una de las entradas a la tienda, pero por dentro hay otra, ¿Te suena de algo? Se parece a la foto que me enseñaste.


Sin vacilar, Dayna gira la cabeza para ver a quién se está refiriendo su madre. Y ahí lo ve, Fran está apoyado sobre una columna dentro del centro comercial. Dayna pasa la puerta automática que esta vez sí se abre para algo útil y allí lo ve. Le siguen su madre y Tiffany.


Cuando ambos están a apenas diez metros él se da cuenta de quién es y saluda a Dayna con la cabeza. Se acercan por completo y se reparten besos.


-Fran, ella es mi madre y ella es Tiffany, una amiga de mi madre.


-Hola, hola, ¿Qué tal?- Fran se muestra muy agradable.


Tiffany le saluda y le pregunta:

-Fran, Eres de por aquí, ¿Cierto?-


-Sí, si, de Lugones.- Dijo Fran dándose media vuelta para ver a Tiffany.


-Unos amigos míos se acaban de casar y viven en Lugones también.- Dice Tiffany.


-Pues es posible que los conozca, Lugones en el fondo es pequeño.- Fran sonríe.


Dayna mira la hora desde el teléfono móvil. Ambas captaron la indirecta y su madre dijo:

-Bueno, nosotras nos acercaremos hasta Oviedo para ir a dar una vuelta. Cuando salgáis del cine me llamas al móvil, Dayna. Encantada Fran.


-Adiós.- Dice Dayna.


-Hasta luego.- Fran le continúa.


Fran y Dayna comienzan a caminar por uno de los pasillos del centro comercial con dirección a la sala de cine. No se oyen palabras, ni por parte de Fran, ni mucho menos por parte de Dayna, que camina con la cabizbaja y muy avergonzada.


-Puedes hablar eh, no muerdo- Fran sonríe para aliviar un poco la tensión del momento. Tras oír esto a Dayna se le escapa una sonrisa y no es difícil de intuir que esto le ha ayudado a quitarse de encima la vergüenza que lleva siempre consigo.


Comienzan a hablar, empiezan a conocerse. Esta tarde parece ser muy interesante.


Dayna se para un momento, saca su teléfono móvil y mira la hora, la película que emiten más temprano es a las seis, aún tienen media hora, pero han de escoger una película. Aunque no muestran demasiada prisa.


Dayna, tras guardar su teléfono, mira fijamente a Fran, le mira a los ojos y, sin poder evitarlo se ve obligada a decir -¿Ves? Tienes unos ojos preciosos, jolín. Para que luego digas que no, qué azul tan bonito.- Fran se ruboriza notoriamente y, entre una pequeña risa dice –Vaya, gracias. Pero eso es mentira, son de un color normal, joder.- Fran no para de sonreír.


Dayna no quiere empezar una discusión sobre los ojos de Fran, no habría manera de hacérselo admitir.


A unos pocos metros de Dayna y Fran se puede divisar ya el pabellón que contiene todas las salas de cine. Al tener a su espalda la cartelera con las imágenes de las portadas de todas las películas comienzan a decidir cuál ver. No aparece ninguna película de terror, cosa que desilusiona a los chicos pues es el género favorito de ambos. El primer cartel muestra una imagen de una joven pareja besándose sentados en una enorme pradera, no lo piensan dos veces antes de eliminar esa película de la lista de opciones, a ambos les aburren las películas de amor. Un poco más a la izquierda se muestra una comedia de Woody Allen, a ninguno le llama especialmente la atención, pero casi son las seis de la tarde y es la única película con un buen horario. Decisión tomada.

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