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lunes, abril 23

"El puente de Oslo"

Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.

Antes de nada, ¡Feliz Día del Libro a tod@s! Hoy subo una historia bastante breve y que tiene lugar en Noruega. Por cierto, no tardaré mucho en subir la IV Parte de "Mirada de serpiente". Un saludo.


La hierba estaba escarchada por el frío y la humedad de la noche, sus pies se movían acorde con sus piernas aumentando cada vez más la velocidad, los bajos de sus pantalones se humedecían con cada pisada. Cada vez dejaba más atrás la vieja tapia y la iluminación de las farolas, adentrándose así en la penumbra.

Björn dirigió numerosas miradas a todo su alrededor, y centró la vista en un punto concreto, situado a unos cuarenta metros de donde se encontraba. Entonces sonrió.

Aceleró el paso, al llegar se sentó sobre la hierba. Sus ojos se humedecieron y su corazón comenzó a palpitar a más del doble de su velocidad normal, se inclinó para poder robarle un beso, pero se detuvo antes de rozar con sus labios un solo milímetro de su superficie.

-Estás muy fría. Deberías ponerte algo encima, tenía que haber traído mi chaqueta, pero ya sabes como son allí dentro, no les habría gustado saber que vine a verte, espero que tarden en darse cuenta de que falto. Es curioso, te tratan como si no existieses, pero luego te vigilan todo el día. Se puede decir que yo he tenido suerte, he hecho un par de buenos amigos, no sé exactamente lo que les pasa ni por qué están ahí, pero tampoco me importa, son buena gente.- Björn se tumbó completamente sobre el prado y sus cabellos se humedecieron, apoyó ambas manos sobre su pecho.- Agnethe, sé que no hablarás, pero tengo dudas, no sé si es porque no puedes o porque aún no me has perdonado. Sinceramente, yo nunca me perdonaré, pero me gustaría saber que puedo contar contigo, aunque tengo la sensación de que siempre podré. ¿Sabes qué? Nunca me imaginé una chica como tú, tan guapa, tan inteligente, tan sincera, tan atrevida. Esto no lo digo para que me perdones, no lo confundas, es lo que siento.-

Dirigió su mirada hacia el cielo, iluminado por un millón de estrellas, se acercó más  y suspiró.

-Siempre te he dicho que eras mi estrella. Estaba equivocado, estrellas hay muchas, tú eres algo más, eres mi Luna, la Luna siempre está ahí aunque no la veamos y es imprescindible, ¿sabías que las mareas dependen de la Luna? Claro, cómo no lo ibas a saber. Ahora que lo pienso, Marea, hubiera sido un bonito nombre para nuestra pequeña, aunque Zahra es precioso. Hace mucho que no me hablas de ella, qué pena da no saber si seguiría dando patadas, saber si la sentiríamos cada vez más cerca de nosotros. Me hubiera encantado llegar a conocer a Zahra, poder enseñarle junto a ti el fiordo, enseñarle a caminar y verla sonreír bajo las luces y los reflejos de la aurora. No ha nacido, no la he llegado a ver, pero sé que es guapa, se parece a ti. Tiene tus ojos y el color de mi pelo, una pequeña de ojos verdes y pelo negro, hermosa. ¿Recuerdas que decíamos que en cuanto naciera nos iríamos de Oslo? Para que pudiera conocer un lugar tranquilo, lejos de capitales y urbanizaciones tan agobiantes.-

Björn se puso en pie, estiró sus brazos y los músculos de su espalda. Acto seguido se arrodilló e inclinó la cabeza con una expresión  y una luz de sufrimiento en sus ojos.

-Me duele, en el fondo me duele mucho. Intento hacer como que no pasó nada pero no puedo, mi subconsciente tiene un límite y no puedo engañarme a mí mismo tanto tiempo. Necesito que me hables de una vez, no me ignores más. Necesito hablar contigo, necesito saber algo de nuestra hija, quiero conocerla. Quiero ser su padre, ¡soy su padre! Necesito saber cómo es mi hija. Necesito que todo vuelva a ser como antes Agnethe, yo te quiero, nunca dejé de quererte, y sé que tú tampoco. No quiero que todo esto termine por culpa de aquel maldito sábado, puesto hasta la saciedad de alcohol y Dios sabe qué más. Aún recuerdo el color de nuestro coche, era rojo como el carmín. Nos seguía otro lleno de gente, tenían la música más alta que la nuestra y no paraban de gritar. Tú en ese momento me dijiste que tanto ruido afectaría a la niña, y yo disminuí la velocidad para que nos adelantaran. Sabes que nunca me gustó conducir, pero tú insistías en que condujese yo, ponías la excusa de que era por el embarazo, pero sé de sobra que querías que me enfrentara a mis miedos, a mi miedo a la carretera. Por cosas así es por lo que me enamoré de ti. Yo bajé a los cincuenta kilómetros por hora, y ellos parecieron aumentar hasta los ciento treinta, sin control. Ese día deberías haber conducido tú. Y, ahora estoy pagado las consecuencias de lo que hubiera podido haberse evitado si mis manos hubiesen respondido ante el giro del volante.

Miró arrodillado al cielo, vaciló unos instantes, un par de lágrimas arrollaron desde sus ojos hasta su barbilla.

-Agnethe, no puedo esperar más, no tengo anillo, pero no lo necesito, no lo necesito para esto, Agnethe te amo, te amo más que a mi propia vida, por ello te quiero preguntar aquello a lo que siempre nos hemos opuesto, pero que de todas formas quiero preguntarte ahora. Me encantaría habértelo pedido en aquel puente, aquel puente de los alrededores de Oslo en el que perdí el control, el puente en el que todo cambió. Pero sé que no podré hacer que volvamos allí, por eso te quiero decir Agnethe, tú, ¿quieres casarte conmigo?-

Las luces de los coches de policía comenzaron a iluminar el cielo y las sirenas irrumpieron el silencio de la noche. Se oyeron las voces de varios agentes dando a conocer la orden de búsqueda de Björn, éste pataleó enfurecido al suelo durante unos segundos.

-Agnethe, me vienen a buscar, ese aviso es para mí. Sé que ha sido muy fortuito, te dejaré tiempo para pensarlo, no tengas prisa, tienes toda la noche. ¡Cuida de Zahra, mañana te vendré a visitar de nuevo!, ¡Te lo prometo!-

Björn dejó sonar las sirenas de la policía mientras miraba el cielo iluminado, las luces de los coches parecían formar una aurora boreal en el cielo.

-Hasta mañana.- Björn se inclinó y besó el frío mármol, derritiendo con el calor de sus labios la escarcha formada por la humedad y el frío de la noche noruega.

Corrió en medio de la oscuridad, alejándose y dejando atrás todas y cada una de las sepulturas, la hierba crujía al contacto con sus pies, hasta que llegó a la que fue su entrada y con un pequeño impulso logró saltar de nuevo la vieja tapia.

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