Antes de nada, ¡Feliz Día del Libro a tod@s! Hoy subo una historia bastante breve y que tiene lugar en Noruega. Por cierto, no tardaré mucho en subir la IV Parte de "Mirada de serpiente". Un saludo.
La hierba estaba escarchada por
el frío y la humedad de la noche, sus pies se movían acorde con sus piernas
aumentando cada vez más la velocidad, los bajos de sus pantalones se humedecían
con cada pisada. Cada vez dejaba más atrás la vieja tapia y la iluminación de
las farolas, adentrándose así en la penumbra.
Björn dirigió numerosas miradas a
todo su alrededor, y centró la vista en un punto concreto, situado a unos
cuarenta metros de donde se encontraba. Entonces sonrió.
Aceleró el paso, al llegar se
sentó sobre la hierba. Sus ojos se humedecieron y su corazón comenzó a palpitar
a más del doble de su velocidad normal, se inclinó para poder robarle un beso,
pero se detuvo antes de rozar con sus labios un solo milímetro de su
superficie.
-Estás muy fría. Deberías ponerte
algo encima, tenía que haber traído mi chaqueta, pero ya sabes como son allí
dentro, no les habría gustado saber que vine a verte, espero que tarden en
darse cuenta de que falto. Es curioso, te tratan como si no existieses, pero
luego te vigilan todo el día. Se puede decir que yo he tenido suerte, he hecho
un par de buenos amigos, no sé exactamente lo que les pasa ni por qué están
ahí, pero tampoco me importa, son buena gente.- Björn se tumbó completamente
sobre el prado y sus cabellos se humedecieron, apoyó ambas manos sobre su
pecho.- Agnethe, sé que no hablarás, pero tengo dudas, no sé si es porque no
puedes o porque aún no me has perdonado. Sinceramente, yo nunca me perdonaré,
pero me gustaría saber que puedo contar contigo, aunque tengo la sensación de
que siempre podré. ¿Sabes qué? Nunca me imaginé una chica como tú, tan guapa,
tan inteligente, tan sincera, tan atrevida. Esto no lo digo para que me
perdones, no lo confundas, es lo que siento.-
Dirigió su mirada hacia el cielo,
iluminado por un millón de estrellas, se acercó más y suspiró.
-Siempre te he dicho que eras mi
estrella. Estaba equivocado, estrellas hay muchas, tú eres algo más, eres mi
Luna, la Luna siempre está ahí aunque no la veamos y es imprescindible, ¿sabías
que las mareas dependen de la Luna? Claro, cómo no lo ibas a saber. Ahora que
lo pienso, Marea, hubiera sido un bonito nombre para nuestra pequeña, aunque
Zahra es precioso. Hace mucho que no me hablas de ella, qué pena da no saber si
seguiría dando patadas, saber si la sentiríamos cada vez más cerca de nosotros.
Me hubiera encantado llegar a conocer a Zahra, poder enseñarle junto a ti el
fiordo, enseñarle a caminar y verla sonreír bajo las luces y los reflejos de la
aurora. No ha nacido, no la he llegado a ver, pero sé que es guapa, se parece a
ti. Tiene tus ojos y el color de mi pelo, una pequeña de ojos verdes y pelo
negro, hermosa. ¿Recuerdas que decíamos que en cuanto naciera nos iríamos de
Oslo? Para que pudiera conocer un lugar tranquilo, lejos de capitales y urbanizaciones
tan agobiantes.-
Björn se puso en pie, estiró sus
brazos y los músculos de su espalda. Acto seguido se arrodilló e inclinó la
cabeza con una expresión y una luz de
sufrimiento en sus ojos.
-Me duele, en el fondo me duele
mucho. Intento hacer como que no pasó nada pero no puedo, mi subconsciente
tiene un límite y no puedo engañarme a mí mismo tanto tiempo. Necesito que me
hables de una vez, no me ignores más. Necesito hablar contigo, necesito saber
algo de nuestra hija, quiero conocerla. Quiero ser su padre, ¡soy su padre!
Necesito saber cómo es mi hija. Necesito que todo vuelva a ser como antes
Agnethe, yo te quiero, nunca dejé de quererte, y sé que tú tampoco. No quiero
que todo esto termine por culpa de aquel maldito sábado, puesto hasta la saciedad
de alcohol y Dios sabe qué más. Aún recuerdo el color de nuestro coche, era
rojo como el carmín. Nos seguía otro lleno de gente, tenían la música más alta
que la nuestra y no paraban de gritar. Tú en ese momento me dijiste que tanto
ruido afectaría a la niña, y yo disminuí la velocidad para que nos adelantaran.
Sabes que nunca me gustó conducir, pero tú insistías en que condujese yo,
ponías la excusa de que era por el embarazo, pero sé de sobra que querías que
me enfrentara a mis miedos, a mi miedo a la carretera. Por cosas así es por lo
que me enamoré de ti. Yo bajé a los cincuenta kilómetros por hora, y ellos
parecieron aumentar hasta los ciento treinta, sin control. Ese día deberías
haber conducido tú. Y, ahora estoy pagado las consecuencias de lo que hubiera
podido haberse evitado si mis manos hubiesen respondido ante el giro del
volante.
Miró arrodillado al cielo, vaciló
unos instantes, un par de lágrimas arrollaron desde sus ojos hasta su barbilla.
-Agnethe, no puedo esperar más,
no tengo anillo, pero no lo necesito, no lo necesito para esto, Agnethe te amo,
te amo más que a mi propia vida, por ello te quiero preguntar aquello a lo que
siempre nos hemos opuesto, pero que de todas formas quiero preguntarte ahora.
Me encantaría habértelo pedido en aquel puente, aquel puente de los alrededores
de Oslo en el que perdí el control, el puente en el que todo cambió. Pero sé
que no podré hacer que volvamos allí, por eso te quiero decir Agnethe, tú,
¿quieres casarte conmigo?-
Las luces de los coches de
policía comenzaron a iluminar el cielo y las sirenas irrumpieron el silencio de
la noche. Se oyeron las voces de varios agentes dando a conocer la orden de
búsqueda de Björn, éste pataleó enfurecido al suelo durante unos segundos.
-Agnethe, me vienen a buscar, ese
aviso es para mí. Sé que ha sido muy fortuito, te dejaré tiempo para pensarlo,
no tengas prisa, tienes toda la noche. ¡Cuida de Zahra, mañana te vendré a
visitar de nuevo!, ¡Te lo prometo!-
Björn dejó sonar las sirenas de
la policía mientras miraba el cielo iluminado, las luces de los coches parecían
formar una aurora boreal en el cielo.
-Hasta mañana.- Björn se inclinó
y besó el frío mármol, derritiendo con el calor de sus labios la escarcha
formada por la humedad y el frío de la noche noruega.
Corrió en medio de la oscuridad,
alejándose y dejando atrás todas y cada una de las sepulturas, la hierba crujía
al contacto con sus pies, hasta que llegó a la que fue su entrada y con un
pequeño impulso logró saltar de nuevo la vieja tapia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario