-Mi madre sí es alemana, pero sabes
tan bien como yo que mi padre no.- La voz de Derek había cambiado totalmente de
ser agradable y alegre a ser seria, fúnebre y acompañada de una mueca casi
inmóvil pero que transmitía una gran frialdad.
Adriana sonrió de oreja a oreja,
aunque me pareció una sonrisa falsa.
-¡Es verdad!, que tu eres mitad
asturiano y hay que reconocértelo.- Adriana río tras decir esto y acarició el
cabello de Derek, este le respondió con un beso en la mejilla.
En ese momento me sentí un poco
incómodo, hasta entonces nunca me había dado cuenta cómo es estar enfrente de
una pareja cuando se ponen cariñosos. Yo le di un beso a Adelaida, fue un
impulso, algo así como una rabieta de niño de cuatro años del tipo “lo que veo
lo quiero”.
Se oyó por detrás el golpe de una
copa de cristal al apoyarse sobre una bandeja metálica, Derek le hizo una señal
al camarero para que se dirigiese hacia nosotros. El hombre, un hombre muy
bajito, delgado, y con una fina capa de pelo grisáceo prácticamente blanco
caminó hacia nuestra mesa y, al llegar, dejó la bandeja sobre un macetero. Dio
un suspiro de cansancio bastante exagerado y apoyó los puños sobre nuestra
mesa, sonrió felizmente y sacó una pequeña libreta de notas. Era una libreta
que captó mi atención, muy curiosa, la tapa estaba hecha de hojas unidas entre
sí formando una capa muy gorda, las páginas estaban cosidas con una cuerda que
se emplea para la fabricación de los embutidos.
-Vamos a ver, ¿qué quieren estos mozos? Vaya mochilas más grandes que
lleváis, se ve que sois montañeros natos. Aprovechad ahora, que cuando lleguéis
a mi edad como mucho podréis subir las escaleras de casa.- Le sonreí, parecía
un hombre con miles de historias para contar. Pretendía encargarle mi
consumición cuando, nada más abrir la boca, el hombre continuó su
intervención.- Pero no os penséis cosas equivocadas eh, a mí me encantaba la
montaña, de hecho me sigue encantando. El problema es mi limitación física,
¡Ay!, los años…-Miré hacia Adelaida, se estaba riendo, miré también a Derek y
Adriana, que la estaban acompañando. Abrí la boca para intentar nuevamente
pedir mi bebida, pero no pude.- Cómo me gustaría volver a ver de vez en cuando
un rebeco o un par de cabras montesas. De cerca, claro.-
No estaba en absoluto molesto con el
hombre, me hacía gracia de alguna manera esa situación, muy común en un ambiente
pueblerino como ese. Pero esa risa me traicionó y se convirtió en una risa de
tono lo suficientemente elevado como para que el hombre se diese cuenta de su
motivo.
-¡Madre mía! Lo siento chaval, tengo
la lengua muy larga y como me empiece a enrollar no paro, es lo que tiene ser
tan viejo, que tienes mucho tiempo para hablar, entonces lo hago mucho, hablo
mucho, además es que me encanta. Venga, al tema, ¿qué queréis beber? Tenemos mucho para
escoger, y parte es de fabricación propia.-El hombre sacó un trozo de papel muy
arrugado de la parte trasera de su libreta de anotaciones.- Mirad tenemos zumo
de naranja, si os apetece uno me dirijo ahora mismo hacia la huerta y recojo un
par de naranjas, lo mejor es lo natural, ¿o no? Tenemos también zumos de más
frutas, de manzana, de melocotón, de fresa, tenemos también mosto, y este
último que ha hecho mi hermano está buenísimo.
-¿Tenéis café?- Pregunté- Sí, claro.
Mira, tenemos café Espresso, café Espresso Macchiato, Espresso con Panna, café
Latte, Flat White, aunque no es un café que reciba buenas críticas se lo
advierto, café Breve, Mocha, Americano…Ah sí, y también el Capuccino de
siempre. Luego preparamos nosotros mismos, con un café que trae mi hermano de
Portugal un carajillo que está para irse
a la tumba voluntariamente. Es increíble las auténticas tonterías que se hacen
con el café, y mira qué complicaciones para ponerle nombre a una bebida que no
se consume en más de diez minutos… A no ser que pase, como pasa muchas veces,
el caso del hombre o la mujer, o los amigos, o quienes sean que vienen aquí a
pasar el rato y a cotillear, y están con un maldito café que les dura toda la
tarde.- Era increíble qué labia tenía aquel hombre, pero cierto es que en todo
tenía razón.
-¿Me puede poner un café con hielo?
El café que no tenga leche si puede ser.- Pensaba y me imaginaba la sonrisa
pícara que debía tener Adelaida a mi lado, sabía perfectamente que yo nunca he bebido café, que no me gusta el
café. Pero, después de todo aquello dicho por el hombre me sentí obligado por
mi conciencia a pedir un café.
-Me temo que no va a ser posible
chaval, se nos estropeó ayer el congelador y no tenemos hielo, es una avería
que no pensábamos que nos fuera a perjudicar mucho ahora que estamos en
invierno. Si es que a esto se le puede llamar invierno, por Dios, si no ha
nevado nada de nada aún, solo hay un poco de nieve en las zonas altas de la
montaña. Si llegase a nevar como ha nevado siempre sobre estas fechas no había
tanto guiri ni tanto amateur por la montaña.
-Pues sí, eso pensé yo nada más
llegar aquí.
-¿En la máquina de hielo?- El hombre rió
para sí mismo y tras él también lo hicimos todos nosotros.- Bueno, ¿entonces
qué quieres tomar?
-Ponme un zumo de naranja de ese que
dices que exprimís vosotros.-
-Por supuesto, a ver…- Dijo con la
tapa de un bolígrafo en la boca mientras apuntaba- Zumo de naranja, vale, ¿y
tú?- Le hizo un gesto a Adelaida.
-¿Tenéis infusiones?
-Sí, claro. Mira, tengo además muchas
clases, a ver, a ver… Tenemos Menta Poleo, tenemos Tila, tenemos también
Manzanilla, Melisa, Té, Hinojo, Tomillo, Boldo, Salvia, Romero…-
-Póngame una Valeriana si tiene, por
favor.-Adelaida sonrió.
-Problemas de insomnio, ¿eh? Te digo
de antemano que esta Valeriana es mejor que otras y te hará dormir muy
relajada.
-Eso espero últimamente me cuesta un
poco dormir.- El camarero se retiró a por nuestras consumiciones. Me llamó la
atención verdaderamente su talento para el habla, me empecé a imaginar a aquel
camarero vestido de juglar de la Europa Medieval recitando hazañas en medio de
una plaza. Sería el mejor juglar que habría habido nunca. Aunque, en realidad,
no le había oído contar ninguna historia.
Vaya, ya tardaba la tercera entrega...
ResponderEliminarMe alegra ver que sigues, llegué a creer que la habías dejado. 8)